STRADELLA, COMEDIA E2Í VS ACTO ARREGLADA PARA EL TEATRO ESPAÑOL POR. D. JACII^TO DE SALAS Y QCIROGA, ETC., ETC., ETC. MADRID. IMPRENTA DE D. JOSÉ MAUIA UEPÜLLES. 1838. PERSONAS. Alejandro Stradella. Un desconocido , el gran duque de Toscana, Malvolio. Carcaso. Belmonte, agente de policía de Florencia, Blanca ^ joven veneciana y muger de Stradella* Felipa , su aya* Esbirros. Acompañamiento del gran duque. La escena es en Florencia hacia mediados del si- glo XVII. J?s/a comedia es propiedad del Editor , quien perseguirá ante la ley al que la reimprima ; no pu- diendo representarse sin adquirir el derecho de pro~ piedad para ello* 717642 St hallará en Madrid en las librerías de Esca^ milla y Cuesta , donde se encuentra la Colección del Teatro moderno. STRADELIíA. Una habitación amueblada modestamente , y según el gusto del renacimiento. Una puerta en el fondo que comunica con la parte csterior; encima de esta puerta iina Yírgeii en su nicho. A la derecha del espectador, en último tér- mino, una ventana; mas inmediato al público la puerta que conduce á la habitación de Blanca, y en parte reti- rada un piano. A la izquierda una ventana en úUimt» término. Del mismo lado la puerta de una escalera es- cusada, cubierta con un gran cuadro. ESCENA PRIMERA. TELiPA , saliendo por la puerta de la derecha» D escansa...! Bendito sea el Señor.. .! Delante de ella tengo que reprimirme por no aumentar su dolor. >• pero cuando eslov sola, puedo al menos lamentar- me á mis anchas, y al menos esto consuela, y no poco...! Pobre Blanca...! la mas rica y noble de cuantas en Venccia tienen padre noble v rico! Quién me lo hubiera dicho en otro tiempo, á mí, su fiel aya, que habla de verla huyendo, reducida á ocul- tarse en un arrabal de Florencia? Y si no íuera mas que ella, pase... á su edad el amor 5Írve de to- do ; eso bien me lo sé yo ; la Virgen hendita me perdone...! Pero, pensando en los peligros que de un momento á otro pueden amenazarlos á ella... r<5T y sobre todo á su marido... ! Cada vez que llaman á la puerta, la sangre se me hiela en las venas. (Llaman.) Dios mío...! ya estoy temblando. Mire- mos, antes de abrir. (Se asoma á la ventana*') Un hombre de malas trazas...! Dios eterno...! y en- tra...! Ya, mi amo al salir, se habrá olvidado de echar la llave... estos artistas son distraidos de tal modo.*.! corramos...! (Al punto de dirigirse al fondo ^ ábrese la puerta^ y sale Carcaso,) ESCENA II. CARCASO. FELIPA. Car, (En trage raido j aspecto ridiculo, y grotescos modales») Nuestro Señor dé felices días á la se- ñora... Fel* Digo! colarse asi, sin esperar á que os enseñen siquiera el camino...! Car, Quise evitaros esa molestia... estaba la puerta abierta... Fel, Y por quién preguntáis...? Car, (Con misterio.) Por el señor Stradella. Fel. (Turbada.) Cómo..,? qué es eso...? No entiendo... no conozco... Car, Asi se responde á todos; p^ro á mí, que venga como compañero... Fel. Sois músico...? Car, Soy Carcaso, humilde cantante. Fel, (Como desconociendo este nombre.) Ese nombre...! Car, Ah! no es tan conocido como el del muy ilus- tre señor Alejandro Stradella , vuestro amo. Amiga, él empezó por donde otros quisiéramos acabar. Yo, que os hablo, hace veinte años que canto, y toda- O g ■ [71 vía no he podido encontrar una escala digBt de elef varse hasta él. FeU Pero, qué es lo que queréis...? Car* Hacer un favor á vuestro amo. FeU {Midiéndolo de pies á cabeza con desden») Un fa- vor...! Y qué favor...? Car. {Después de haber mirado con misterio en torno SUJO,) Vengo á avisarle que no está seguro. FeU {Aparte*) Noticia fresca. {Alto*) Tendríais por casualidad algún dato particular...? Car* Cómo si tengo! y muchos...! Al ganar el cora- zón de su discípula, la señora Blanca Grimaldi, al decidirla á abandonar Venecia con él , mi ilustre compañero se ha portado como un gran composi- tor ; y con un solo tema, una simple fuga, quién sabe cuántas cosas ha hecho...! FeU Cómo...! Hay algún otro eneraigo á roas del con- de Grimaldi, el tio y tutor de mi señorita... Car, Oh...! en cuanto á ese, como buen diplomático, solo se valdrá de notas... de protocolos... y eso es muy largo... pero desgraciadamente tenemos á mas que habérnoslas con el señor marqués Morosini, pro- metido esposo de la joven robada... FeU Dios nos la depare buena...! pero qué derecho da ese título de prometido esposo...? Car, El derecho mas terrible... porque á falta de tí- tulo jurídico, se emplean armas de mas pronto uso, y de todos modos mas seguras... por ejemplo, {MoS" Ir ando un puñal,) una cuarta de buen acero, y una mano firme... FeU Dios mió...! qué horror...! Car. Sin duda que es horroroso, pero es coslumbr*..»! A mas tenemos que habérnoslas con la señora Hor* tensia... [SI • Eel\ La coqiietiUa del barrio tlu los Esclavones, la viu- da de iin procurador...? Car, La roisma. Recien llegada á Venecia, parece que mi enamorado compañero la ha obsequiado... peí. Hola...! esa teníamos...! Car. Ella parece que no se mostró uraña... esla bel- . dad quiere hoy hacerle el favor... Segundo puñal... t^ Ya veis que está enlre dos precipicios mi querido compañero. Feh Quién creería eso...? gente de las primeras fa- milias de Venecia , cuyo nombre está en el libro de oro, recurrir al asesinato...! no es horroroso... Car, Mucho que lo es... pero es costumbre... y os ad- . vierto que un espadachín ha salido ya de Ye- necia... FeL Vn espauachin...! tiemblo... pero estáis bien cier- to de ello... ? Car. Oh! no me cabe duda... lo sé... oh! lo sé... per- sonalmente. Es el danzante de mas invención... Mi- rad... estoy por asegurar que en este momento se ocupa solo en idear el medio de introducirse aquí, bajo cuaK^,uier preteslo , para conocer el terreno, combinar su plan , y después... (Hace serial de cla- var un puñal.) Fel. Dios eterno...! Ah...! Señor...! po-1 riáis darme al _ menos las señas de ese mal horoLro, para que pro- cure yo conocerle... ? Car, Según lo que he oido decÍ4".... es un l)uen mozo... , fisonomía graciosa... talento^., modales muy finos...! {aparte.) No he hecho muy mal mi retrato. Fel, Válgame el Señor..;! tener una que desconfiar de ' las /personas que mejores trazas tengan! Qar, Muchas veces conviene hacerlo asi...! Os acon- sejo ademas que, si existe por casualidad en es- [5] ia casa alíinn pasadizo , alguna salida secreta... FeU (f'oh'íendo involuniariomenle la vista hacia la puerta secreta.) Ay... ! Dios niio...! esta escalera se- creta... la puerta no está cerrada... Car, (Bueno...! ese es el camino... necesito la llave.) {Alto,) Cómo...? cómo...? tenéis una escalei-a se- creta y dejais la llave en la puerta...! Qué impru- dencia... ! Fcl* Tenéis rnzon.,.! voy á... Car, {Deteniéndola,) No os molestéis, no os moles- téis , señora... yo lo veré por mis propios ojos... Cuando se trata nada menos que de la vida de un. compaíiero, del gran maestro Stradella... Dios mió...! {Cerrando la puerta de la derecha,) Asi... Ahora quitemos la llave, y soLre todo guardémosla con. cuidado... Hay tantos malvados que llevan siempre consigo llaves falsas... {Saca una con sutileza de su bolsillo.) Un cambio... {Carnhia de llaves.) se liace al momento... vos no las sabríais distinguir... {Le da la llave falsa.) Tomad vuestra llave» Fel, {Guardándola.) No saldrá de mi bolsillo. Car. Una vez que ya he conseguido el honroso objeto de mi visita, permitid... (Saluda para retirarse.) Fel. Os vais ya... No dejéis de volver á ver á mi señor... Car, Por supuesto... esas intenciones tengo. Fel, {Acompañándole.) El cielo os haga feliz en cuan- to emprendáis... Car, Asi lo espero... Cuanto puedo hago para lograr- Jo. No os incomodéis... ya conozco el camino. {Apai íe, al retirarse.) Desafio ahora á todos mis rivales, iasta á este hipócrita Malvolio. [10] ESCENA III. FELIPA. Qué hombre tan honrado...! merecería ser canoniza- do...! Y yo que tenia desconfianza de él nada mas que por sus trazas... Qué gran favor le deho...! gra- cias á su celo, no vuelvo á tener un instante de tranquilidad... Espadachines...! asesinatos...! Cuan- do imagino que á menudo nos quedamos solas, mi señorita y yo, en esta casa, que está en sitio tan retirado...! Si al menos tuviéramos un buen criado que pudiera hacer centinela, y defendernos en caso de necesidad... Pero cómo hallar una persona de confianza en esta ciudad , en donde no conocemos á nadie...? Ah...I Virgen Santa, protégenos...! ESCENA IV. BLANCA. FELIPA. Blan, (^Saliendo por la puerta de la derecha»') Prote- gernos...! y contra quién, Felipa...? Fel, {Aparte,) Mi señorita...! no la asustemos. {Alto.) Nada, nada, señorita. Estaba haciendo oración... Pero qué tal, se ha descansado...?' Blan, Apenas he podido conciliar el sueno... el sue- ño mas triste, en que me veía separada de mi Stradella... Fel. Ya, ya, una pesadilla; ya sé lo que es... {Aparte.) Una acabo de tener, una, y despierta. Blan, Cómo larda en venir...? CU] FeU Para qué atormentaros...? No puede haberse de- tenido en casa del comerciante, que debia pagarle hoy esas letras? Blan* Eso es lo que estoy esperando, para que poda- mos irnos á Roma, en donde el favor del santo pa- dre ofrece á Stradella un asilo inviolable. Feh Desgraciadamente todavía no hemos llegado allá, y me parece que para estar seguros en Florencia, lo mejor hubiera sido implorar la protección del gran duque de Toscana , el príncipe Fernando II de Médicis. Blan. Lo pintan tan generoso...! tan popular...! Feh Como que dicen que se pasea solo por las calles como un cualquiera, y que visita á los artistas cé- lebi'es , y entra en las casas de comercio , en las tiendas, en el casino, para verlo todo por sus pi'o- pios ojos. Ah! si un hombre como mi amo se diri- giese á él...! Blan» Tienes razón ; pero cuando le he dicho esto mis- mo á mi marido, ha rechazado mi idea con tal re- pugnancia... FeU Y por qué? Blan. No lo he podido adivinar. Fel. Un capricho tal vez. Blan. Pues bueno, aunque eso sea, le daré una prue- ba de amor respetando hasta sus caprichos. Fel. Biíena moral es esa... yo le respeto también, le quiero mucho, pero... hacer caso de sus capri- chos...! demasiados ha tenido, y que nos cuestan caros, por cierto; testigo el dia de la escapatoria: si no se hubiese negado á tomar... Blan. Ah! cállate; ese rasgo ha aumentado mi amor. Fel. Y disminuido vuestro bolsillo. Blan. Cómo olvidar la grandeza de su conducta...! acababa lui lio de negarle con desden mi mano, que yo le daba con mi corazón, y no contenió con esta afrenta, le había intimado, en tu calidad de magistrado, que saliese del territorio de la repú— blica en el término de veinte y cuatro horas; y cuando opusimos á esta tiranía un casamiento se- creto y la fuga , cómo hubiera ^>odido esponerse á que se creyese que habia obrado por vil inte- ' res...! Oh! me parece verle todavía, cuando en el momento de huir tragiste tú la caja que en- cerraba mis diamantes...! que bello me pareció cuan- do volviendo á mí los ojos rae dijo: **no, no, de ella, no quiero mas que á ella sola. — Una vez que yo le he de deber mi felicidad , débame ella la ri- quezas *> Fel. Buena riqueza te dé Dios. — La que os ha dado hasta ahora... Jjlan, (Sonriendo.') Mejor, con eso nadie nos conoce- rá... las privaciones disfrazan... Fel. Cáspita! Y algunas veces demasiarlo... JBlan. Y qué importa eso? Nada me falta cuando mí Stradella está á mi lado, cuando le veo, sobre to- do cuando le oigo... oirlo! Dios mió! en mi fami- lia , en toílo Vcuocia le acusan tal vez de haber usado de artificios para seducirme... cómo se enga- ñan... solo usó de uno, y muy sencillo... su can- to.— Quién, al escuchar su voz, no sientje con- movido el corazón! Qué me importa lo que me rodea en la tierra , cuando me imagino estar en los cielo i... Fel. En los cielos... ! (Mirando la habitación.) Por la Virgen bendita que si el paraiso no está mejor per- trechado que esto, no habia pava qué vivir tantos años sin mancha. Mal. (Cantando al pie de la ventana,) Salve, piadosa seílora , Amparad á nn peregrino Que, en nombre del ser divino, Vuestra compasión implora. Feh Escuchad... vos que amáis tanto el canto, os ha dado ese peregrino por el gusto. Blan, {Sonriendo,) Oh! no se paiece su voz á la de mi Stradella ; pero canta; toma... dale esa moneda... es la última que me quedaba... Esto será buen agüe- ro para mi marido. Fel, {A la ventana.) Tomad, amigo. {Arroja la mo~ neda,) Pero...! Dios mió, qué veo...! no me enga- ño, no...; entrad, entrad, amigo! Ulan, Qué es eso, Felipa? Fel, Una inspiración, señora. Conozco á ese peregrino de haberlo visto hace mas de dos años en la iglesia de San INIarcos, orando con un fervor que edificaba. El cielo nos le envia , señora...! Blan, Pero... qué tiene que ver...? Fel, Buscabais un criado seguro y fiel que nos acom- pañase á Roma... Blan, Y crees tú que ese peregrino...? Fel. Respondo de él como de mí misma. Es un mode- lo de piedad... y luego... es tan honrado... ofrecia el agua bendita con una soltura... Aqui esta, mirad ijué santo rostro. »cC|o< [14] ESCENA V. tos MISMOS. MALVOLio cn trage de peregrino* FeU Acercaos , acercaos , buen peregrino. Blan, No venís de Yenecia , amigo? Mal, {Con tono hipócrita») Sí señora. Blan» Y vais á...? Mal, A Roma. Fel. A Roma? Mal, A Roma, á besar la sandalia del santo padre y ganar las indulgencias... Blan. Cómo os llamáis? Mal, Malvolio. Blan, Cuál es vuestro oficio? Mal, Para serviros, la Serpiente de la Escritura Santo* Fel, Cómo ? Mal, Serpiente, para serviros... Yo soy el que en la misa unas veces atrueno con mi voz, otras encien- do las luces, otras me doy golpes de pecho. En fin, soy el ejemplo vivo de una serpiente. J-e/. Hola! Blan. No tenéis otro oficio? Mal, Sí tal, señora ; unas veces doy al fuelle en el ór- gano, otras lloro en los entierros ; y cuando me so- bra tiempo, ruego á Dios por las animas del pur- gatorio. Fel, {A Blanca.) Qué tal...? No os decia yo que era un sanio varón? Con que, en que quedamos? Blan, Bueno, haz lo que quieras. (5e acerca á mirar á la ventana,) Fel, {A Malvolio.) Respondcdrae. Si se presentara una ocasión de concluir vuestra peregrinación en un .[15] buen carruage, sirviendo á un hombre generoso que os recompensara bien««* 3íal, Con tal que fuera con personas piadosas que no me indujeran en tentación. Fel. Conmigo*.. Maí, Oh! entonces no hay tentación que temer. Blan* {^Alborozada»') Ahí está, ahí está; de bien le- jos le he visto. FeU A quién? A mí, señora? Blan, Voy corriendo a recibirle. {Se va por la puer- ta del fondo,) Fel, {A Malvolio,) Seguidme á la cocina. Mal, Al momento... dadme solamente el tiempo de rezar una salve á la Virgen para santificar mi en- trada aqui. {Se pone de rodillas,) Fel, Asi me gusta ; el alma antes que el cuerpo; dad- me vuestro bastón, que os incomodará. {Lo toma y se va por la derecha, ) Es un tesoro este mu- •chachof. ! ESCENA VI. UALVOLIO, leifantdndose asi que Felipa sale. Por fin... ya he llegado... y estoy en estado de ganar los doscientos cequíes del señor Morosini , sin te- mer que ese judío Carcaso siga mis pasos...! como hace siempre. {Con unción.) Ah...! hé aqui lo que es frecuentar las iglesias... Dios protege á los que le sirven. Ahora ya estoy seguro de ganar ese dineri- llo, que no me vendrá mal... Pero, vive Dios, que he de cumplir bien con mi deber... mi oficio es co- mo otro cualquiera... con tal que lo ejerza uno lealmente... {Al oir pasos se retira á un lado,) [Í5] ESCENA yir. STRADELLA. blanca. IVIALVOLIO. !ff/flr/7. Cuánto has tardado...! Estás sudando, mi que— lidc. Stra, En verdad estoy despedazado... he andado tan- to... {Reparando en MalvoJi'o, que se adelanta con gazmoñería para cogerle el sombrero.) Es ese el hombre de que me has hablado? Blan. Ese es. Mal. {Haciendo reverencias.) Señor... Stra. Bueno, bueno, amipjuilo. Podéis ir allá dentro. Mal. {Saludando.) Sí, señor...! {Aparte al retirar- se.) Qué pedazo de hombre... ! Si lo hubiese vo vis- to antes, hubiera pedido doble paga. {Stradella se vuelve d él con impaciencia. Malvolio se inclina con gesto hipócrita.) Sí, señor... ESCENA VIÍI. stradella. blakca. Stradella se sienta distraído ; Blanca se acerca o él y lo mira con ternura. JBlan. Qué pensativo estás, querido mío... Stra. {Tomándole la mano.) De veras...? Pues entonces hago mal, porque tu presencia debia bastarme para desvanecer todos mis disgustos. JBlan. Con que tienes disgustos? Stra. Ya que no te lo puedo acuitar, te diré que sú Hoy todo parece conspirar contra nosotros, y sin [171 embargo , en medio de mis pesares conozco qne la fortuna no ha sido del todo injusta; (Con ternu- ra,) no me ha concedido el mas envidijilo de so$ bienes? y no es justo ({ue me lo haga pagar...? /?/«/?. Ah! ya lo.temia yo... algún nuevo peligro de que yo soy la causa... Eras tan dichoso anlos de co- nocerme... Sira, Pues hija, te sienta como hay Dios ese lengua- je, á tí que has perdido por mí la mas brillante fortuna...! Ten valor, ángel mió. Después de la tem- pestad el azul del cielo es mas hernioso. Blan, Cómo te agradezco el que me consueles así...! Slra, Caspital si uno se dejase vencer por la adversi- dad, no merecería ni el nombre de artista...! A roas, no hay nada perdido; si he cometido una impru- dencia... Blan. Qué imprudencia...! dímelo. Stra, Si no me riñeras mucho... ! Blan, No te reñiré; cuéntamelo, cue'ntamelo, por Dios. Slra .Hace un rato, cuando fui á casa de ese bendito comerciante, no me fue posible hablarle, porque dormia aun; si le hubiera ido á llevar dinero, le hubiera dispertado... pero como iba á buscarlo... Blan. Prosigue. Stra, Obligado d pasearme para pasar el tiempo hasta la hora de volver, yo no é cómo me dejé tentar, á pesar de tu prohibición, pero lo cierto es que... Blan, C^né. ? acaba. Slra, Entré en la caledral... Blan, En la catedral... cielos! en el sitio mas frecuen- tado de Florencia! esponerte á ser reconocido! Eso es horroroso... eso es no tenerme amor ninguno. Stra, {Sonriendo,} Y decia que no roe habia de reñin 2 [18] Blan, Te había rogado tanto que no entrases en rnas iglesia que en la de este apartado arrabal! Slra* Ya: en la capilla del convento vecino! pero si la música que allí se oye...! todas voces de muger... ni un bajo, ni un miserable tenor, mirntras que, al j)a.;ar por delante de la catedral, estaban preci- san)enlc diciendo la misa... oí de lejos zumbar una armonía llena, viril, voces magníficas de hombre; vamos, aquello solo incitaba; y por colmo de ten- tación, adivina lo que cantaban: un trozo de mú- sica mió, querida, mí hermoso credo»,* Tú le co- noces, y sabes que no es solo á su padre á quien le parece sublime. £lan* Me tienes en brasas... Síra, No le cantaron mal, y si no hubieran ido de- masiado piano, hubiera quedado contento de ellos, menos de uno solo: el tenor; figúrate, querida mía, un hombre con el peor gusto del mundo... que en melodías enteramente sencillas, meramente de es- presion , va á mezclar adornos y llóreos del género mas estravagante. Blan, Ahora no se trata de eso..* esa imprudencia... Stra, Ya llegaremos á ella, hija mía; pero... aquel maldito tenor hizo que se me irritasen los nervios... hacia una hora que estaba ya volado, cuando hé aquí que llega á una frase que había escrito yo pa- ra mí, para este pecl.o... y el infame, creerás que ha tenido el atrevimiento de desfigurármela con un rasgo? pero, qué rasgo! vamos, ya era por de- mas; no pude resistir, y en mi indignación... Blan, Qué has hecho? Stra, He restablecido la pureza del texto, he cantado la frase; sí, es preciso con lesa rielo todo, en un mo- mento de olvido he dado u)i üo de perbo,. lo que [191 ya sabps que solo hago cuando estoy con las perso- nas á quienes arao; luego conocí la locura, y hubie- ra querido poderle recoger, pero ya era laide ; Iiija xnia, en la vida he visto sensación general como la que produjo, ni mayor tumulto, ni entusiasmo pa- recido en la iglesia... Quién ha podido cantar asi? decian ; solo Slradella en el mundo es capaz de eso! Y no se oía mas que pronunciar mi nombre por todas parles. Blan* Me haces temblar. Stra, No es verdad que es terrible ? pero al mismo tiempo era delicioso; si rae hubiese dejado llevar de mi entusiasmo, hubiese gritado: pues bien, si, es Stradella, soy yo. Blan» Dios mioÜ Slra» No tengas miedo: he pensado en tí, y eso me ha salvado; el amante, el marido de Blanca ya no tenia derecho de arriesgar su libertad; me confun- dí con la mutillud, y desaparecí. Pero según paie- ce, mi aventura ha circulado pronto por toda Flo- rencia, porque una hora después, cuando me pre- senté en casa del comerciante, le he encontrado conversando con un hombre de muy buenas trazas, por mas señas que había oido contar la nueva, y que decia : no hay duda, Stradella ha venido de incógnito á Florencia. Blan, Ay! amigo mió, no perdamos ni un solo mi- nuto , salgamos para Roma antes de que ano- chezca. Stra* Marchar! Eso pronto se dice... pero..t sin di- nero. ? Blan, Cómo! Esas letras de cambio vencidas hoy mismo...? Stra, Nuevo conlralierapaí acabo de recibir , me ui- [20] ')o el comerciante considera ndo las letras, una con- traorden del que las ha firmado, del judío Salo- món.—En su caria me. dice <[ue era el pago de una venta qui*. le fue hecha de objelos artísticos, pero..* Blan» Ah! ya adivino, tus cuadros, tus estatuas! por raí lo has vendido todo! Slra, Y sin pi'na ; por desgracia la venta ha sido nu- la, porque ha aiíadido el comerciante: el consejo de los diez ha secuestrado todos los bienes del ven- dedor, el señor Slradella. Jílan, Qué. escucho! todavía esta nueva persecución..^ Slra, Todo es contra nosotros hoy. Blan* Qué va á ser de tí, reducido á ocultarte, sin recursos, sin un solo amigo! ESCENA IX. 10» MISMOS. FELIPA. MALVOtlO. FeJ» {Agitada.) Seiior ! mi querido señor...! Stra* Dios mió! qué ocurre, Felipa? /•>/. Os persiguen, señor; han adivinado vuestro pa- radero ; abajo, á la puerta, un desconocido pre- gunta por vos , os llama por vuestro verdadero nombre. Blan, Ah! querido mió! Huye, huye, por Dios! esa escalera secreta... Feh Aqui está la llave. Mal, {Tomándola con precipif ación,) Dádmela , yo abriré. Slra, Qué! cuando se acerca el peligro iré á huir yo como un cobarde? negaré mi verdadero nombre? Mí nombre sin mancha, v que ya es el luyo? no, BOj Felipa, abre la puerta. [21] Blan» {A Strndella,) Te espones mucho. Síra, Veré, el peligro cara á cara ; pero ademas de la- do, para temblar asi cuan los son ellos? Fe/. Ik) no he visto mas que uno. Sira. (Sonriendo») Un solo hombre! Y le tendría y» miedo! Mal. {Aparte ., asustado.) Cáspíta! tiene valor! Stra. Abrid, Felipa. {Felipa sale.) {A Blanca.) No temas, niña, seremos dos para uno, tranr^uilíiate. ESCENA X. LOS MISMOS. UN DESCONOCIDO. FELIPA. FcU Por aqui, $eñor, por aqui. Mal. {Aparte f mientras que el desconocido saluda d Stradella j d Blanca.) No le conozco ; si será al- gún rival! En nuestro oficio lo que mala es que somos muchos. Stra. {Al desconocido.) Podré saber á quién tengo la honra...? Des, Honra! No hay ninguna honra en esto: ya no soy mas que un simple mercader de Liorna. Stra. Y á qué debo esta visita? Des. Tal vez importuna. Stra. Imprevista al menos. Des. A la causa mas sencilla; hace un momento qite estaba yo en casa de un comerciante cuando vo» entrasteis al i i. Stra. Ciertamente, ya me acuerdo. Perdonadme si no os he reconocido al momento. Des. No me habéis vislo mas que una sola vez, nada tiene de particular; pero no me tendréis al menos por torpe, porque yo no os habia vislo jamas, y al observar vuestra emoción cuando yo hablaba de [-'2 1 Stradella , vuestro turbado semblante al saber el srcupsiro puesto á vuestros bienes, pronto conocí que erais.» Stra. El artista mas apurado de toda Italia , .no lo niego. Des, Pues de ese apuro es del que vengo yo á sa- ca ios. Ulan, Qué escucho? Slra, Y d? qué modo? Des, Poniendo á vuestra disposición dos mil ducados. Slra» y Blnn, Es posible...? Mal, {/ípnrte,) Dos mil ducados...! Fel, {Bajo d Slradella,) Desconfiad. Des, Aqui los tenéis. (Saca su bolsillo.) Slra, {Después de haber con una mirada tranquili" zado d Blanca,) Tal generosidad...! por mi alma que no me quiero hacer rogar... viene este socorro tan á tiempo... sin embargo {Desechando la bolsa,) no puedo aceptar un beneficio... Des, Beneficio...! nada de eso; nosotros los comer- ciantes no damos nada por nada; se trata solo de un ajuste que vengo á hacer con vos. Stra, (Con alegría.) Un ajuste...! por mi vida que si encontráis en mi equipage algo que valga dos mil du- cado.s... Des, Oh...! yo sé buscar mejor...! lo que yo quiero eslá {Mostrando la frente de Stradella.) alli.— Slra, Pero sepamos por fin qtié es...? Des. Una de vuestras inspiraciones, un motete vuestro. Todos, Un motete...! Des, {A Blanca,) Perdonad, señora, si hablamos de negocios delante de vos... Slra, Pero, vive el cielo, que no sé pai-a qué necesi- téis un motete mió. [23] Des, Es un capricho... debe haber en breve boda en mi casa, y quiero que la fiesta sea completa, que haya algo estraordinario que me dé importancia, que haga hablar de mí... y nosotros los comercian- tes, tratándose de artes, vamos siempre á los hom- bres célebres ; eso nos libra de juzgar por nosotros mismos. Y con tal que nos den algo en que haya ver- dadero genio, no nos detenemos en el precio... asi es que hace tiempo que me hubiera dirigido á vos, si no se hubiese dicho que os habíais negado á ser- vir de este mismo al gran duque de Toscana, que tanto deseo tenia de poseer una composición vuestra para las bodas de su hijo. Slra* Y es cierto...! para el gran duque... nada... na- da^.! aun cuando cubriese cada una de mis notas con un diaijíAnte. Blan, Modérate, querido. Ves* Por qué moderaste, seíiora? eso fuera bueno si los iMédicis fuesen todavía, como en su origen, unos mercaderes que enviaban buques hasta las Indias, que, desde su escritorio, haciaii tratados con los tronos, y negociaban el reposo de las naciones, ó los triunfos de los ejércitos,..! Pero en el dia que solo son unos meros príncipes, unos pobres sobera- nos hereditarios, no hay necesidad de hacerse vio- lencia para callar... Sira, Tenéis razón... sois un hombre de buenos sen- timientos... aunque á la verdad , algo estrava- gante,,. tomad esos cinco... tendréis el motete que deseáis. Des. Con que es trato hecho...! Stra» Sí, tan solo á una condición... Des» y cuál... Stra» Que nos acompañareis á comer. [24] Drg, T)i veras...! me ofrecéis... á mí, que he venido ¿ especular con vuestro apuro... Síra, Precisa monte... es para vengarme; tendréis que hacer pt'nilcncia... Ulan, Proíito, Felipa... Malvolio... la mesa. Mal, (yaparte,) Dos mil ducados por un motete! por ese dinero le hubiera yo asesinado á toda Flo- rencia* ESCENA XI. STRADELLA. EL DESCONOCIDO. BLAKCA. Drs* (aparte,) Se ha negado á irme á ver á mi pala- cio ; pues bien, yo he venido á verlo á él á su casa. Stra, Me estoy riendo de pensar la rabia que tendrá el gran deque cuando sepa que he hecho para un mero mercader lo que no he querido hacer para su alteza... y para que tenga mas rabia... voy á escri- bir con cuidado vuestro motete...! cuanto mas efec- to produzca... tanto mas pateará el gran duque. 'Des, Con que tan mal lo queréis...? qué os ha hecho? Stra, Nada... nada... un capricho... me desagrada... lo detesto... es uno de esos hombres cuya presencia me baria daño , y á quien no podría mirar cara á cara... Des, Pero en fin, de qué lo culpáis...? Slra, De ser un ignorante, sin gusto, sin ideas... un llamado prolector de las artes, que no las conoce en lo mas mínimo, auncjue no por falla de orejas..* un verdadero Midas... X)/'S. (Sonriendo,) Ya entiendo.. . y 'vos sois el Apolo... Stra, Y por qué no...? moíleslia á un lado... yo me he acreditado en mi género, como él en el suyo» [2?] Des. (Sonriendo,) En el de las orejas...? bien puede ser... y solo encuentro una dificultad, y es, que ja- mas habéis estado, á mi entender, en Florencia de diez años á esta parte que la Italia os admira... Slra» En ese tiempo no... pero... antes... pues qué, la Toscana no es Tni patria...? Des. Qué fortuna...! Stra* Y eso qué os importa á vos? Des. A mí nada... pero la gloria del país... Stra. Pero si vos no sois de él... Des. O! no, eso no... yo soy de Parma... Síra. {Bajo d Blanca.) Calla! yo creía que nos había dicho otra población. Des. Con que en fin... Stra. Nada... hace quince años... entonces tenia yo diez y seis... roi madre, labradora de la frontera, -viuda de un triste soldado, todo lo habia sacrifica- do para hacerme estudiar en Florencia. Para pro- porcionarle mejores días nadie puede adivinar los esfuerzos que yo hice. Cuando fue preciso separar- me de ella, mi pobre madre derramó muchas lá- grimas. Asi fue, que pensando en su choza ningún «sfuerzo me parecía grande, con tal que de él espe- rase la victoria, porque me decia yo á mí mismo: ^*es para mi pobre madre... ella me bendecirá.'^ Des, Por fin... Stra. Por fin, ya creía tocar al término. Habia lo- grado salir del camino trillado; habia sabido crear- me una habilidad particular; en fin, era yo... Se abre un concurso , un certamen ; el duque vino á él. Des. Rara cosa...! Y qué hizo? {Jparte.) Yo ya no me acuerdo... ! Stra» Qué hizo? nada; una hazaña. Empezó á aplau- [26] dir voces comunes, métodos vulgares, habilidades en flor que jamas han dado fruto... llega por fin mi turno... tenia miedo, pero me acordé de mi pobre madre, y estuve superior á mí mismo. Des, Y el gran duque... Stra* La echó de inteligente, y no encontrando todos los melindres comunes á que estaba acostumbrado, sabéis lo que hizo? ** Pasemos á otro... pobre mu- chacho, jamas hará cosa de provecho. '^ Ulan» {Soltando la carcajada.) De veras? Des* En cuanto á eso, os doy la razón, obró mal; pero If habéis dosmenlido después de tal modo, que os debéis creer en paz. Stra* En paz. O! tal vez, si no me acordase mas que de los desprecios, de los insultos de mis compañe- ros, de mis mismos maestros, cuya envidia, com- primida hasta entonces, miró este fallo como una arma para humillarme, para proscribirme, le per- donaría á vuestro Fernando el desalentarme... pero la muerte de mi madre, que no pudo resistir á la pérdida de sus esperanzas...! Al recordar este suce- so no puedo detener las lágrimas... I\Ii pobre ma- dre, que murió de dolor y de miseria..»! por qué no vive ahora...? yo la baria feliz...! Blan* No te aflijas asi, querido Slradella. Des, Siento en el corazón... Stra, Pero dejemos en paz á los príncipes, su protec- ción y su buen gusto... {Al ver la mesa, que traen Felipa y Malvolio,) Esto es mas sólido é intere- sante... [27] ESCENA XII. tos MISMOS. MALVOLio. FELIPA , trayendo una mesa cubierta» Stra. Vamos, querido mercader, vamos á la mesa...(5« sienta») Y para cambiar de conversación, habladnos de comercio, de vuestros negocios... Qué es loque ven- déis...? qué tenéis en vuestros almacenes...? cuál es el género de vuestro comercio... ? Des» Del raio... ! lo que domina son... son los objetos de lujo... sederías, terciopelos... nian» Hola...! oh! tendria mucho gusto en ver vues- tros almacenes. Des» Están á vuestra disposición, señora; si pasáis alguna vez por Plasencia... Stra» Cómo Plasencia...! Hace un momento decíais Parma... Fel. Pues yo me acuerdo de haberle oído decir Liorna. Des» {Aparte») Maldita memoria...! Blan, {Bajo á Stradella») Mira cómo se turba...! Mal, {Aparte.) Es un compañero; pero vive el cielo que no es muy ducho...! Stra, Parece, señor mercader, que cambiáis á menu- do de residencia. Des» Nada tiene eso de estraño. Tiene uno depósitos •;.en tantas poblaciones... Stra» Por de contado... podríais decirme á cómo cos- taría la tercia de terciopelo igual al que lleva pues- to mi muger...? Des. {Aparte.) Qué aprieto, Dios mío...! {Alto y mi* randa el trage de Blanca») Es muy bello. Stra» Con que...? Des» Pues... pero ya se ve... como... Slra, {Clavando en él la vista.) El precio...? Des, {aparte.) Mil veces me he puesto mi manió du-* cal, pero jamas he inquirido- el precio. Stra, V9mos, señor mió, cuánto vale la tercia...? Des, Seí>nn... diez ó doce ducados...! Feh Doce ducados...! Virgen Sania... yo no he sido jamas tendera, pero cuando gustéis, yo os daré la tercia de terciopelo igual á este á cinco ducados lo mas, y mejor tal vez, porque este tiene algodón. Slra» {Recio,) Basta, Felipa. Fel» {Bajo») No hablaré mas, pero... mi querido se- ñor... una sola palabra... {Le habla al oido.) Des» {yaparte.) Qué diantres tienen que hablarse con tanto misterio...? Stra» {Tia}o á Felipa.) Y estás segura...? Fel» {Bcjn.) Lo juro. Stra» {Bajo,) Pues está bien, {yilto á Malvolio^ po- niéndole el vaso.) Vino, Malvolio. {Al desconocido con energía.) Qderido, no beberéis á mi salud...? Des» Cómo no...? Con toilo mi corazón. otra» {Al desconocido con fuerza.) Eso estrechará las amistades, y falta me hace, porque acabo de saber que un esnadachin , un asesino, se ha introducido en mi rasa... JBlan» {Queriéndose levantar.) Cli'los...! Stra» Siéntate, hija mia: no tengas miedo...! Des» {Con viveza») Un asesino...! si es cierto... mal- quiera que sea vuestro resentimiento con el gran duque, no drtdeis, venid á su palacio... yo mismo os con fine iré á él. Fel» {Bajo d Strndclla») Bien os decia yo... Stra, El camino no estaría tal vez libre de riesgo... y á mas, ti miserable no está tan adelantado co- [29] mo presume; tiempo tenemos de beber. SenlaoSw yo os lo ruego... Echad vino al señor, Malvolio. Mal, Está bien , señor. Stra* Le probaré, que un puñal levantado contra mi pecho, puede volverse contra el suyo... y este brazo... Mal, {Aparte f temblando mientras echa de beber^^ Jesús Nazareno...! Stra, Tened cuidado, señor; vuestro vaso ticaabla>«» Des. No, es la botella. Stra, Bebamos, pues. Des, A vuestra larga prosperidad...! Stra, Y al arrepentiraienlo del traidor... porque si yo lo descubro, puede encomendarse á lodos los santos de su devoción. {Aparte ^ observando beber al deS" conocido,) No ha vertido una gola. (En este momento , tres golpes dados con fwer- za á la puerta hacen temblar á todos los prc" senies,) Blan* Ah! Dios mío...? íS/ra. Quién llama asi...? Id á abrir, Felipa... {Felipa sale; al mismo tiempo se oye una vot gritar fitera,^ Una voz. Abrid, en nombre del gran duque. Mal, {Aparte,) Del gran duque...! Blan, Somos perdidos...! Stra, No temas... yo te defenderé. Mal, {Aparte,) Malsines...? vendrán á quitarme el pan de la boca. ►oO»* [30] ESCENA XIlí. IOS MISMOS. FELIPA. BELMOTÍTE. DOS ESBIRROS, qilt Se colocan á los lados de la puerta de la entrada, Hel* {Con la espada en la mano*) El señor Alejandro Stradella...! Stra» Soy yo... IScL {Desdoblando un papel»') Escuchad órdenes que os conciernen. (Zee.) ^* En nombre del muy alio y muy poderoso señor Fernando II de Médicis, gran duque de Toscaiia , y á petición de la serenísima república de Venecia, el llamado Alejandro Stra- della, acusado de rapto en la persona de una don- cella noble, será detenido donde quiera que sea ha- llado dentro del territorio de Toscana, y condu- cido otra vez á Venecia , para dar cuenta de su conducta ante el consejo de los diez. La señora Blan- ca Griraaldi será detenida igualmente, y puesta en njanos de su i'amilia. " J3lan, Ya no hay esperanzas... Mal* {Aparte*) Esto es un robo... infeliz de mí... f Stra* Qué tal...! y dirán luego (jue hago mal en no dirigirme al gran duqtie...? Hé aqui cómo protege á ios artistas... lié aqui cómo el descendiente de Lorenzo el magnífico entiende la hospitalidad. Bel, Os espero, señor Stradella; y á vos lo mismo, señora. Ulan* Lo único que os pido en nombre de Dios c» que no nos separéis. ( E/ desconocido , que ha escuchado sonriéndose d Stradella t detiene n Ulanca en el n, omento en que va casi ú cciiurse á los pies de Uclmontc*) Bel» Lo siento, señor, pero las órdenes que he reci- bido son terminantes en ese punto. Des» Deteneos, señor capitán... O yo conozco mtiy mal las leyes de este pais, ó la fianza de un ciuda- dano conocido de Florencia hace inviolable toda li- bertad. Bel» Asi es , señor. Des. Yo soy ciudadano de Florencia, y soy fiador de Stradella y su señora. (Movimiento de Blanca y Stradella») Mal» {Aparte.) Ya lo tenemos de Florencia. Bel» {Adelantándose») Pero señor... {En este instan- te ve el rostro del desconocido , f se detiene con sorpresa») Qué veo...! Des» Con que no hay mas que hablar... Por su parte, el señor Stradella y la señora Blanca se obligan á no salir de Florencia sin permiso del graa duque. Stra» Yo lo prometo. Bel» {Con respeto») Basta... {Behnonte va d saludar segunda vez; una sena del desconocido lo detiene») Des, {A Malvolio») Enseñad á esos señores el cami- no. {A Belmonte») Sigilo. ESCENA XIV. LOS MISMOS, menos belmonte y los esbirros. Stradella ha quedado estupefacto de lo qne ha visto. El desconocido se acerca d él y le toca lige- ramente en el hombro» Des» Qué tal...! no decis nada...! [32] Stra, Digo, seuor mercader de Parraa, de Plasencia, de Liorna..» ó... seáis lo que os dé gana ; sería ua ingrato si no confesase que me habéis hecho ua gran servicio sacándome de manos de e»tos desal-^ mados. Perdonadme mis sospechas. {Le da la ruano.) Des, Cómo, sospechas...? Stra* Sí, sospechas... esa loca de Felipa... Des, Pero amigos, yo os dejo. No olvidéis mi raolelc; os advierto que quiero una obra maestra, que ten- go prisa. Stra, Ahora mismo voy á la capilla del convento inmediato á hacer mi oración, según costumbre cuando tengo que. entregarme á alguna composición importante... vuelvo al momento... me encerraré y me pondré al piano. Blan, Cantareis una hora ó dos. Des, {A Stradella,) Cantareis? Slra, Oh I sí, para insjíirarme. Ulan, Son los momentos en que. está mas feliz. Slra, Mañana... tal vez esta misma noche estará he- cho el motete. Des, Entre tanto hablaré por vos... veré á mis ami- gos... y si queréis por fm hacer las paces con el gran duque... Slra, Menos que nunca...! después de las órdenes es- pedidas contra nosotros. Dcs% Oh! que no sea ese motivo! esos pobres prínci- pes... les hacen hacer tantas cosas sin que ellos lo sepan... {/íparíe.) Esta vez sobre todo... Slra, No importa... os lo repilo... no trabajaré jamas para él ; nunca cantaré en presencia suya... Des, (Aparte) Eso está por ver... Slra» (Tornando su sombrero,) Y á mas, qué necesi- [33] dad tengo de vnestro gran duqne estando vo5 ahi.«.? Des» Tenéis razón... para serviros en vuestros apuros, qué mas da él que yo...? Blan» Tanta generosidad... cómo qiiisiera poderos dar «na prueba de mi gratitud...! Des» {Bajo y con viv£za*) Tenéis un medio de ha- cerlo. Blaru Cuál es... ? {El desconocido le dice una pa^ labra al oido ; ella da señal de sorpresa,) Es po- sible...? Stra» {Acercándose á Blanca,') Qué dices? Blan. Digo, querido, que nuestra posición no debe in- quietarnos, una vez que... el señor... tiene la bon- dad de interesarse por nosotros. Slra. {Al deconocido.) Y hace un instante os creía ella un espadachin. Hé aqui lo que son las muge- res» Vamos, salgamos. ESCENA XV. MALVOLIO. Tan Juego como salen todos , se adelanta alC' gre frotándose las manos* Vamos, vamos, esto va magníficamente... Sin este buen mercader la justicia me quitaba este hombre, y con él los honorarios que tan legítimamente me pertenecen, y destino á mi cara mitad... Es tau dulce trabajar uno para su familia! {En este mo- mento se oye un ligero ruido en la puerta escu- sada.) Qué es eso...? Qtiién hace ruido...? qué ne- cio soy...! Es el viento... Antes de todo pensemos en asegurar la retirada... Esla puerta, según me han 3 [34] dicho, conduce á una escalera secreta, y con la ayuda del picaporte de la vieja... {Lo saca de su bolsillo^) Es una invención magnífica la de los pi- caportes... No hay puerta que resista... ni cerradu- ra que no ceda. {Le pone en la cerradura») Có- mo...! No aWre... (En el momento en que va d volver á poner la llave en la cerradura , se abre la puerta y sale Carcaso envuelto en una rapa; Malvolio se detiene asombrado») Qué veo... ! ESCENA XVI. MALVOLIO. CARCASO. Car. Un hombre...! Mal, Quién vive? Car, Amigo. Mal, Carcaso ! Car, Malvolio! Mal. {Amenazándole con un puñal,) Culebra... ! Car, Serpiente... I {Los dos permanecen un instante en la misma postura con los puñales alzados : de repente Carca- so se echa á reír, MaUolio hace lo mismo,) Car. Si nos hacemos daño uno á olio... Mal, En verdad... dos padres de familia... Vava, ha- blemos como honrados compañeros que estaii en rivalidad, i-s cierto, pero que se estiman... Car. Que han nacido para estimarse. Mal. Este bendito de Carcaso! Car, Este bendito Malvolio... cómo está tu rouger...? Mal. Buena, á Dios gracias. Y tus niños... tu último niño... sus dientecitos... Car, Le están saliendo ahora. Pronto cederé mis par- roqiiianos á mi hijo mayor... tm bello mozo..» lle- no tle talento... Mal. Con que, hablemos claro. Tú vienes á... Car. Sí ; y lú...? Mal. Yo también... Car. De parte de quién...? Mal, Del señor Morosini... el ex-ftiluro de la señora blanca... noble siciliano, alí;;o vilioso... muy bom- bre de bien... Y tú de parte de quién vienes...? Car. De la de la señora Hortensia, la abandonada de nuestro maestre, napolitana de ojos negros, con pasiones de fue-o, y un corazón como el Vesu- bio... Por lo demás bellísima criatura, paga en buena moneda... Mal. Caspita... ! Pero dos aqui... para qué...? Car. Si echásemos suertes á quién... ? Precisamente tengo aqui... (Saca dados del bolsillo.) Mal. Y para qué eso...? Asociémonos... Car. Cómo, asociarnos para tan poca cosa... dos hom- bres para... y el honor... Mal. Has visto tú al maestro Stradella...? Car. No, jamas... v !o siento... no haber oido al primer cantante de Italia...! yo que soy hombre tan faná- tico por la música...! es vergonzoso...! Mal. ^ues bien, compañero, el primer can tan le ^de Italia es un pedazo de hombre que tiene los puños á lo menos tan tuertes como los pulmones... Y si no llevase yo siempre conrui¡^o una reliquia de San Ge- naro... que tiene la bendición del santo padre... hu- biera sin duda renunciado ya á... Car. Cobarde...! Mal. Cobarde...! Cobarde...! Vaya, hazlo lú solo, va- lentón... Car, Necio...! de qué sirve la fuerza en nuestro ofi- cio...! la fuerza para nosotros es lujo... con mana todo se consigue... Mal, No importa; por sí ó por no, ningún daíjo hará el que seamos dos... Car. Corriente... Y en dónde operamos...? Mal, Aqui... Va á venir dentro de un momento á encerrarse en esta habitación para cantar... Car, Cómo...! cantará.,.? Mal, Toma...! y eso qué importa...? Car, Qué dicha ! Yo que hace tanto tiempo que deseo oirlo... Mal, De una pedrada matarás dos pájaros... Car, {Riéndose,) Y enviaremos á nuestro artista de- recho al paraíso... recomiendo su alma á santa Ce- cilia... MaL Quieres callarte y no gastar chanzas con esas cosas...? Car, (.aplicando el oído.) Alguien viene... (Se oje la voz de Stradella que talarea fuera.) Mal. Es nuestro homhre...! Presto, pi-^sto... á nues- tro lugar... Car, Qué momento...! Mal. {Empujándole.) Cuando empiece á cantar... Car, {Volviendo.') Ah... ! me olvi(lal)a... Mal. Vete , miserable... {Lo empuja hacia la puerta de la escalera secrt» ia , por la cual ambos desaparecen») »C0C4 [37] ESCENA XVII. STRADELLA. Stradella entra con precipitación y se pasea por al^iin rato en sileneio , pero muy agitado* Sí, ya he encontrado el tema... Me parece que esta com- posición no deshonrará á sus hermanas. {^Se sienta delante de una mesa,) Veamos... ahora que estoy solo... á ver si puedo estampar algunas frases... lar- go maestosoi {Talar ea y se dispone á escribir ^ y después se detiene de pronto.) No... esto no está bueno... es trivial... sin color... {^Arrojando la plu- ma con rabia.) Maldito oficio...! No hay remedio, es preciso encontrar bellas ideas á hora fija... le pa- gan á uno para eso... Y cuando la inspiración le falla á uno, un silbido es la recompensa... Ah! si ese público que silba se viese en nuestro pellejo, o- bligado á crear...! entonces veriamos...! Vaya... vol- vamos á probar de nuevo...! no sé qué diera por servir á ese mercader que se ha dirigido á mí con tanta confianza... al menos que mi obra valga tan- to como su dinero. {J^a d sentarse como buscando ideas en su ima-' ginacion ; la puerta secreta se abre con silencio , y MalvoUo y Carcaso salen, cada uno con un puñal en la mano») ESCENA XVIII. STRADELLA. MALVOLIO. CARCASO. Stra, {Revolviendo las papeles de su mesa encuentra [381 un himno a la F'irgcn,) Un himno á la Virgen...! Feliz ocurrencia... ! Mal, Vamos, este es el momento. Car, {Deteniéndolo.) Silencio. {Stradella se sienta al piano y toca un brillan' te preludio. En este momento se abre la puerta del fondo , y Blanca sale con mucho cuidado conducien- do al desconocido ^ que lleva encima de su trage una rica cadena de oro, de la cual está pendiente una cruz de diamantes, Siguenle señores, pages y guar- dias, ^ue permanecen en la galería esterior, Strade- lla , absorto en su composición, nada ve de lo que en su torno pasa.) Car, {Con entusiasmo, pero bajo.) Bello...! Bravo...! Bravísimo...! .Stra, Ya tengo el tema...! ya tengo el tema... I LSCENA XIX. tos MISMOS. EL DESCONOCIDO, Ó EL GRAN Dl'QUt» BLANCA. FELIPA. ACOMPAÑAMIENTO, ÓCf. Stra, {Canta,) MÚSICA DEL 3IAESTR0 DON RAMÓN CARNICER. El perfume de tu altar, Madre del amor viviente, Ni es el perfume de Oriente, Ni el clavel, ni el azahar; No; tu perfume es mejor: Hija del Eterno Padre, Del Hijo amorosa Madre, Tu perfume es nuestro amor. [39] Dos coi*azones angélicos Que viven porque te adoran , Tu piedad, ó Madre, imploran En premio de su virlií. Al mar del mundo sin brújula, Tal vez perdidos navegan ; Ay! si en tus brazos se entregan, Enlázalo-, Madre, tú. (Tan luego como Stradella ha empezado á can- tar ^ se ha descubierto Malvolio con respeto; se pos- tra insensiblemente ^ en lo cual le imita Carcasa* A la conclusión de la estrofa este último no puede re- primirse ^ deja caer el puñal ^ aplaude con las ma^ nos , se postra , y esclama ;) Car, (Aplaudiendo.) Bravo, bravísimo...! Es el canto del cisne... ! JSlan, (Adelantándose con precipitación,) Qué escu- cho...? (Al notar los puñales que tienen .los dos hombres á sus pies , da un grito,) Ah... ! Stra, (Saliendo de su éxtasis,) Qué es eso...? qué es eso... ? Blan, Dios mío...! asesinos..»! Gran duque. Cómo...! esos dos hombres... Stra, (Acercándose á los dos hombres^ que perma- necen de rodillas, ) Responded , miserables... Es cierto...? Car, Señor... (Stradella hace un gesto amenazador,) pero cantáis tan bien... Mal, Todavía estoy conmovido...! Gran duque. Es posible...? Tal electo ha producido en..« Stra, Pero qué significa tanta gente... esplicadme eso... duermo, ó estoy despierto.. ? Gran duque» Stradella, habíais jurado no cantar ja- mas delante del gran duque, pero vuestra Blanca os ha hecho faltar al juramento | porquctt. el gran duque os acaba de oir cantar. Stra. Cómo , señor... ! Gran duque» Y dov gracias á mi curiosidad, porque ella me hubiera proporcionado el gusto de dciender vuestros dias, si vuestro raro genio no hubiese he- cho este milagro... ( Dándole la mano.) He senti- do vuestras quejas de esta mañana... me he dado palabra de haceros olvidar mi falta para con vos, y de conquislar vuestra amistad... Acabo ya de es- cribir al dux de Venccia á ñn de que haga cesar las persecuciones dirigidas contra vos. Stra, Señor, mi gratitud... Gran duque, JVIientras llega la contestación, os ofrez- co un asilo en mi palacio... Stra, Para probaros que no olvido jamas un benefi- cio, acepto esa oferta, y prometo á vuestra alteza cantar yo mismo en la boda de su hijo el motete que me ha encargado. Gran áw^we. Gracias, Stradella... ! {Volviéndose á los asesinos,) En cuanlo á eslos miserables...! Stra, Oh! Señor, os pido su perdón...! les debo el mas bello triunfo de mi vida... como Orfeo, he enter- necido á... Car, y Mal, (A gritos,) Viva el señor Stradella ! Viva! FIN. RARE BOOK COLLECTION THE LIBRARY OF THE UNIVERSITY OF NORTH CAROLINA AT CHAPEE HILE PQ6217 .T445 V.50 no. 12